16 sept 2010

Y tal vez juguemos al croquet.

Y tal vez juguemos al croquet.
por Karina Dominguez




Introducción.

Una niña de rubios cabellos y un vestido azul, el ruido de un arroyo cercano y mucho calor.
Un libro que ella no leía, “¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?” se preguntaba. Un conejo con chaleco, un descenso extraño por una madriguera más extraña aún; estantes con libros y un frasco de mermelada vacío; pensamientos inocuos, sin sentido aparentemente inteligentes; juegos de palabras que se pierden en traducciones; comentarios irónicos, crítica social disfrazada; cambios de tamaño y pérdida de la propia identidad “Sí sé quién era al levantarme esta mañana, pero creo que he cambiado varias veces desde entonces.”
Ya no sabemos quiénes somos, cambiamos tantas veces que en algún efímero instante nos preguntamos “¿quién soy?”; una carrera extraña y una historia larga, no triste; seguimos creciendo y nos hacemos cada vez más grandes y más grandes hasta que nos confunden con cosas que no somos, luego volvemos a sentirnos pequeños, muy, muy pequeños, tan pequeños como una oruga y luego volvemos a crecer y seguimos sin entender el proceso todavía; tomamos el té y no entendemos los chistes (que tal vez no hay que entender), sólo sabemos que las cosas no son como debieran ser y que aparentemente estamos todos locos o quizás no lo estamos.

Y al final intentamos jugar al croquet, pero el flamenco no nos deja y el erizo no quiere que ganemos y vamos a juicio porque nos acusan de robarnos tartitas que ni siquiera probamos y ¡qué le corten la cabeza! Y no sé aún si se puede decapitar a alguien que, de hecho, no tiene cuerpo. Y volvemos a crecer sin darnos cuenta y despertamos a la orilla del río otra vez…

Sobre el país de las maravillas.

Lewis Carroll quiso que recorriéramos con él un fantástico mundo plagado de enigmas extraños y frases de tintes filosóficos. Aunque es cierto que su verdadero nombre era Charles Dodgson y que no era escritor de cuentos infantiles, sino que era matemático, logró dejar una huella trascendental en la historia de la literatura universal. Fue por el año 1856 que Dogson conoció a Henry Liddell, su esposa y sus hijos. Sería con tres de sus hijas con quienes entablaría una estrecha relación: Lorina, Alice y Edith. Una tarde, en uno de sus muchos paseos a orillas de un río que frecuentaban para hacer picnics, Dogson decidió entretener a las chicas con una historia fantástica acerca de un lugar maravilloso en el que no reinaban exactamente la cordura y la lógica. La pequeña Alice, maravillada por las aventuras que acababan de narrarle, pidió a Dogson que le escribiera esa historia sólo para ella y fue en la navidad de 1862 que la pequeña recibiría en sus manos un manuscrito de historias fantásticas y personajes pintorescos. Alice fue su musa y luego sería su amiga durante muchos años. Sin embargo, las relaciones con él y la familia Liddell fueron rompiéndose lentamente por cosas que hoy en día se desconocen, ya que muchas páginas del diario de Dodgson fueron arrancadas, quizás, para que no fueran rebelados ciertos secretos. Lo cierto es que luego de haberle dado a Alice ese libro de historias, casi no volvieron a verse, aunque mantuvieron correspondencia largo tiempo.

Hasta 1926 Alice conservaría ese amado manuscrito, que luego vendería por encontrarse en una mala situación económica y conseguiría por él una suma considerable, ya que por ese entonces el nombre de Carroll era sumamente conocido. En 1932, conmemorando los cien años del nacimiento del escritor, se le hizo un homenaje en la Universidad de Columbia al cual Alice fue invitada y asistió. Dos años después ella fallecía en una casa alquilada cerca de la de su hermana, a quien en una ocasión le había confesado estar “cansada de ser Alicia en el País de las Maravillas”. Aunque hoy en día se discute la relación que guarda la verdadera Alice con la Alice de la historia, sabemos que el libro está dedicado enteramente a ella, ya que, en algunas ediciones, abre con un poema acróstico sin título en el que, tomando la primera letra de cada verso, se puede leer el nombre completo de la niña: Alice Pleasance Liddell.

Dodgson era un hombre que sentía afición por fotografiar niñas pequeñas, le gustaba desde retratar sus pequeños cuerpecitos desnudos, hasta capturar imágenes de ellas riendo y jugando en alegres fiestas de té que solía brindarles. Luego de un escándalo abandonaría la cámara de fotos y la cambiaría por el lienzo y el pincel y se dedicaría a pintar a las niñas desnudas. Hoy en día, la amistad entre Dogson y la pequeña Alice no podría verse del mismo modo que en el siglo XIX y muchos considerarían ese apego que él tenía por las niñas como algo perverso. Sin embargo, en el 1800, las personas no estaban constantemente influenciadas por ideas ajenas que pudieran sugerir que lo que este hombre hacía era, quizás, incorrecto. Sin embargo, hay testimonios de que las fotografías de desnudos le fueron devueltas a sus respectivas dueñas y que otras tantas fueron quemadas o destruidas por el mismo Dodgson unos pocos años antes de su muerte.

Cada vez que leemos esta novela corta debemos recordar la gran historia que guarda entre sus páginas. Cada personaje es único en su esencia y todos reflejan los pormenores de una sociedad europea del siglo XIX. El conejo blanco con su reloj de bolsillo es el hombre inglés que no tiene tiempo que perder, preso de la hora a todo momento, es aquel que se ve envuelto en el stress de una sociedad altamente cambiante. El Sombrerero, el Lirón y la Liebre de Marzo atrapados en la eterna hora del té, el tiempo es un factor importante, porque aunque pasa, pareciera que está constantemente detenido.
La Reina de Corazones representa una figura tiránica llena de odio, investida en la máxima autoridad no duda en dictaminar fallos irrisorios contra cualquiera que ose contradecirla; contrariamente está la figura del Rey de Corazones, quien sólo atiende los extraños caprichos de su esposa.

La Oruga, lánguida y de mirada perdida, tiene una visión contemplativa acerca de la vida; en un diálogo que Alice mantiene con ella podemos ver un poco el problema de la identidad “-¿Quién eres tú?- dijo la Oruga. […] - Apenas sé, señora, lo que soy en este momento… Si sé quién era al levantarme esta mañana, pero creo que he cambiado varias veces desde entonces.”
Otro personaje interesante es El Gato de Cheshire, enigmático y burlón, siempre luciendo una amplia sonrisa en su rostro, la cual puede mantener suspendida en el aire mientras el resto de su cuerpo se ha desvanecido (“A menudo he visto gatos sin sonrisa, pero una sonrisa sin gato ¡Es la cosa más curiosa que he visto en mi vida!”); con tintes filosóficos en sus diálogos extravagantes, este personaje nos muestra que la vida es una infinidad de caminos que siempre nos llevan a alguna parte:

El Gato, cuando vio a Alicia, se limitó a sonreír. […]
- Minino de Cheshire - empezó a decirle, tímidamente, pues no estaba segura del todo de si le gustaría este tratamiento: pero el Gato no hizo más que ensanchar su sonrisa, por lo que Alicia decidió que sí le gustaba.-.
Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
- Esto depende en gran parte al sitio al que quieras llegar- sigo el Gato.
- No me importa mucho el sitio…- dijo Alicia
- Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes- dijo el Gato.
-… siempre que llegue a alguna parte- añadió Alicia como explicación.
- ¡Oh, siempre llegarás a alguna parte- aseguró el Gato-, si caminas lo suficiente!

Por último, el personaje de Alice representa a la niña que está atrapada entre la niñez y la adolescencia. Esa niña que, por un lado se niega a crecer, pero por el otro sabe que tarde o temprano deberá adentrarse en el mundo de los adultos y comenzar a leer libros sin dibujos como los que lee su hermana a la orilla del río donde comienza esta historia. Esta aventura que sueña en una calurosa tarde simboliza el último sueño de la niñez de Alice, la última puerta que le faltaba cruzar y el cierre a muchas cosas que con el correr de los años comprendería cada vez mejor. Es el deseo inconciente de querer vivir en un mundo gobernado por la irrealidad y la locura, pero querer manejarlo con lógica y un poco de inocente inteligencia.

Los juegos con el lenguaje se pierden en las traducciones (lo cual es una verdadera lástima). Dogson disfruta de utilizar palabras de pronunciación parecida y hacer confundir a sus propios personajes. Como cuando el Ratón se dispone a contar su historia y dice que ésta es larga y triste (a long and sad tale), pero Alicia entiende cola y le pregunta que por qué su cola está triste (tail). El lenguaje siempre está en continuo movimiento a través de diálogos y poesías que se intercalan de vez en cuando.

En resumen, Alicia en el país de las Maravillas se fue convirtiendo poco a poco en uno de los clásicos más hermosos de la literatura universal. Las situaciones extrañas que envuelven a los distintos personajes a lo largo de toda la obra hacen que los niños sueñen con posibilidades ilimitadas y mundos que no son gobernados por la lógica y la razón; por otra parte, las sagaces observaciones sociales ocultas en pequeñas acciones o diálogos cortos interesan a los adultos que buscan, tal vez, un escape diferente de la rutina.
Sin proponérselo, Charles Lutwidge Dodgson nos mostró ese mundo donde todo es posible, un mundo plagado de simbolismos, magia, irreverencia y que fue creado para su pequeña Alice.


(Al final no pudimos jugar al croquet…)

2 comentarios:

Carpincho dijo...

Me gustaria que veas esto ^^:

http://zonacosmica.blogspot.com/2010/10/la-alianza-mar-del-plata-2010.html

ChoWan dijo...

Apenas leí la introducción y me impactó, me encantó. Confieso que robé una frase muy chiquita para poner en mi "estado" en face, (obviamente entrecomillado). Muchos Exitos!!